El cannabis es una planta extraordinaria que contiene una gran variedad de principios activos conocidos de forma general como cannabinoides. Los dos más estudiados por su importancia son el CBD, cannabidiol, y el THC, delta 9-tetrahidrocannabinol. Ambos actúan sobre receptores específicos situados en las membranas celulares. Concretamente se llaman receptores cannabinoides CB1 y CB2, relacionados con los efectos neurológicos y antiinflamatorios del THC.
El CBD se une con menor afinidad a los mismos receptores, pero ejerce una significativa influencia sobre la acción antiinflamatoria y anticonvulsivante, además suaviza algunos de los efectos neurológicos no deseados generados por el THC.
Dicho todo esto cabe decir que no es nuestra intención proclamar al cannabis terapéutico como la solución definitiva, pero sí existe suficiente evidencia científica, sumada al testimonio de cientos de miles de pacientes que sí reconocen sus propiedades farmacológicas beneficiosas para el tratamiento sintomático de algunas dolencias, como diversos cuadros de dolor crónico; trastornos motores asociados a la esclerosis múltiple, convulsiones en epilepsias infantiles, las náuseas provocadas por la quimio, falta de apetito, etc.
Uso terapéutico del cannabis
La administración y uso terapéutico del cannabis puede efectuarse solo de dos formas distintas:
Inhalación: Es la vía más inmediata, los componentes activos son absorbidos directamente por la sangre en los alvéolos pulmonares. Se puede llevar a cabo mediante el uso de vaporizadores que volatilizan los principios activos sin combustión. Esta opción es más recomendable que fumar el típico cigarrillo, ya que se evitan ciertos agentes cancerígenos e irritantes de las vías respiratorias.
Infusión: Puesto que los cannabinoides son liposolubles y muy poco solubles en agua se recomienda añadir un poco de aceite, leche o mantequilla al agua. Hay que llevar la mezcla al punto de ebullición. Los efectos se van notando a medida que la digestión se va desarrollando y pueden durar de 2 a 6 horas.
Ya que nos referimos a una sustancia susceptible de presentar una gran variabilidad en la concentración de cannabinoides de unas plantas a otras, las dosis terapéuticas son difíciles de establecer con exactitud. Lo más recomendable es comenzar con dosis bajas e ir subiéndolas hasta notar que el efecto es satisfactorio.
Con las infusiones es más difícil acertar con las dosis, ya que el tiempo en hacer efecto es mayor. Mientras que mediante la inhalación aumentan las posibilidades de producir efectos psicológicos no deseados.
En cualquier caso, es necesario observar los resultados transcurridas una o dos semanas y en la medida de lo posible contar con un material de partida controlado, con información en cuanto al contenido de principios activos se refiere. Aun así, hay que ser muy cuidadoso con la dosificación. La misma cantidad no resultará igual en personas distintas, ya que el efecto depende no será el mismo dependiendo de la relación previa del paciente con el cannabis.
El cannabis terapéutico en España
En España no existe distinción legal entre cannabis recreativo y cannabis terapéutico. Sin embargo, según informes del Observatorio Español de Cannabis Medicinal (OECM), se estima que existen cerca de 300.000 usuarios de cannabis medicinal en nuestro país.
En el lado opuesto, según la última encuesta del Plan Nacional Sobre Drogas, un 11% de la población española entre 15 y 64 años, consumió cannabis de forma lúdica durante el año pasado y cerca de un 35.5% reconoce haberlo consumido alguna vez en su vida.
Pero al no existir distinción legal entre el uso medicinal del cannabis y el uso recreativo, cualquier paciente es susceptible de ser sancionado administrativamente con una multa de cuantía variable por posesión ilícita.
Entre los pacientes se elevan las voces de incomprensión ante esta situación al no entender porqué se les niega el derecho a mejorar su salud. Según Carola Perez, usuaria de cannabis medicinal y presidenta del OECM, “es una irresponsabilidad que el gobierno no regule el uso del cannabis cuando la realidad es que los pacientes se están automedicando con una sustancia no inocua, sin ningún tipo de control sanitario ni certificaciones de calidad ni prescripción de dosis”.
La situación se ha visto agravada con las restricciones por la pandemia. Al cerrar los clubes de cannabis y tampoco poder acudir al mercado negro, para los pacientes es como si hubiesen cerrado las farmacias; se encuentran indefensos y desprotegidos, sin posibilidad de aliviar sus dolencias.
Aunque no todo ha sido negativo, en el último año, para los que abogan por la regulación del cannabis medicinal. La comisión de estupefacientes de la ONU ha decidido eliminar el cannabis de la lista IV de la Convención sobre drogas, donde se listan las drogas más peligrosas como la heroína o la cocaína.
La noticia es buena al menos para el área de investigación sobre cannabinoides. Ya que hasta ahora era muy difícil obtener los permisos necesarios para poder llevar a cabo sus investigaciones. Por esa misma razón, la falta de inversión ha sido siempre más acusada en el sector del cannabis si se compara con otras sustancias mucho más tóxicas pero que no están listadas en la lista IV.
La resolución de la ONU abre la puerta a la esperanza de poder hacer más ensayos clínicos sin la dificultad administrativa que hasta ahora imposibilita avanzar en el conocimiento y efectividad del cannabis medicinal.