El cannabis fue descubierto hace 12.000 años en Asia Central. Hay registros de su uso para fines medicinales antes de la Era Común en China, Egipto y Grecia, y posteriormente en el Imperio Romano. El uso del cannabis medicinal en Europa, se introdujo durante el siglo XX.
En Arabia, el jeque Haidar, que apreciaba sus propiedades, animó a sus súbditos y seguidores a utilizarlo y, gracias a ellos, comenzó a extenderse a países vecinos como Irak, Siria y Egipto. Hasta Gengis Khan, guerrero y conquistador mongol, avanzó con sus tropas para conquistar nuevos territorios y consiguieron extender el uso de esta planta a Rusia y Asia Central.
El uso de este producto en otros continentes dio lugar a una red comercial que favoreció la difusión en Europa y, aunque se opusieron varias personalidades, entre ellas Marco Polo, la compra y venta no se detuvo. De hecho, en plena revolución industrial, el comercio del cannabis medicinal creció aún más, coincidiendo con el aumento de la producción y distribución del tabaco, y así pasó a ser un producto legal y de libre uso.
Pero en 1.800, Napoleón Bonaparte prohibió su uso tras conquistar Egipto. No le gustaba que se consumiera una droga importada de un pueblo «inferior». A pesar de su oposición y la de muchas otras figuras ilustres, el mercado del cannabis y sus derivados no se detuvo y alcanzó su punto álgido en 1894.
El avance la industria farmacéutica y la difusión de noticias sobre los peligros del consumo de drogas basadas en el cannabis, hicieron que su uso fuera reprimido y demonizado. Las leyes de cultivo y la producción de productos de cannabis se hicieron más estrictas en todo el mundo y se prohibió el consumo del cannabis, lo que llevó a la situación actual.
Sin embargo, tras años de lucha, de activistas como Jack Herer o investigadores como Raphael Mechoulam, y con los resultados obtenidos en estudios científicos, el mundo del cannabis medicinal está encontrando un éxito renovado con el desarrollo de nuevos tipos de cáñamo legal y cannabis sin THC.
Actualmente, España se encuentra a la espera de un marco regulatorio para el cannabis medicinal que facilite la industria de este sector. El debate debe orientarse hacia una regulación con reglas muy claras que incluya un espectro amplio, regulando el cannabis a partir de tres ejes: seguridad, salud pública y derechos humanos. En esta misma ley se debería tener en cuenta el uso medicinal, industrial y, a poder ser, el recreativo. El Estado debe ser árbitro de este proceso y alcanzar un buen nivel de negociación con todos los actores involucrados.